martes, 29 de julio de 2008

Sobre medicina

EL HERIDO
Para el muro de un hospital de sangre.

I

Por los campos luchados se extienden los heridos.
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores
salta un trigal de chorros calientes, extendidos
en roncos surtidores.

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo.
Y las heridas suenan, igual que caracolas,
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo,
esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega.
La bodega del mar, del vino bravo, estalla
allí donde el herido palpitante se anega,
y florece, y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas.
La que contengo es poca para el gran cometido
de sangre que quisiera perder por las heridas.
Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa.
¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
herido por la vida, ni en la vida reposa
herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría,
se convierten en huertos de heridas entreabiertas,
de adelfos florecidos ante la cirugía.
de ensangrentadas puertas.

II

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.


Miguel Hernández



Nunca escribo nada sobre medicina, aunque es una de las facetas más importantes de mi vida. No le doy nunca el tiempo ni el espacio, fuera de su lugar bien delimitado, para que me invada de otra manera. En cambio, me gusta bastante, y soy asidua, a escribir sobre política, otra de mis aristas.

Ando, en estos días de parón profesional voluntario, rodeada de un tedio inexplicable, de una melancolía vacía. Hace dos meses que no trabajo, que no paso por mi consulta, que no veo pacientes. Sin embargo, retomo poco a poco mis otras tareas relacionadas con los movimientos sociales, pero no me llenan ni me estimulan.

Y hoy, mientras me ducho e intento animarme, recupero uno de los discos que marcaron mi infancia, Joan Manuel Serrat homenajeando a sus poetas, nuestros poetas. Y de repente Para la libertad, una de mis canciones preferidas de ese disco, me recuerda mi vocación temprana, la medicina, y mi vocación tardía, la política, y los lazos que las unen. De repente se me funden mis dos caras y eso me arranca una sonrisa y me motiva a escribir este post como iniciación.

Ahí os dejo el poema para que lo disfruteis, y sigo intentando colgar la canción. Mi, necesito ayuda...

jueves, 24 de julio de 2008

Cuatro generaciones de mujeres fuertes

L'Abeller, Castelló. Estiu 2008

martes, 22 de julio de 2008

Tortura








La mano negra. Mar Binimelis


No quiero trabajar más sobre ti. Odio el odio desmedido que me transmiten las páginas manchadas de tus historias de muerte y destrucción, el terror, el delirio, la pena, la parálisis emocional, la máscara.

Te odio.

No quiero saber más. Huyo. La provocación de tu dolor rabiosamente planeado me enajena. Corro para esconderme en cualquier pared vacía.

No quiero leer más sobre ti, no quiero. No quiero creer que la mente nos permite transformarnos en monstruos nocturnos y seguir siendo seres humanos diurnos, seguir entre los blancos y los grises, cambiar de bando, ojos y oídos cerrados, corazones podridos.

Te odio.

No quiero saber que eres posible, rentable, tangible, que merodeas en cada esquina, en cada celda, en cada casa de gritos apagados, en cada moratón sin rostro, en cada sed de venganza desmedida, en cada justificación del sufrimiento ajeno. No quiero saber como funcionas, como anulas la realidad para crear tu ficción demoledora, como desmientes el yo y creas un ello espantoso, como triunfas.

No quiero saber más de ti. Dejar de entenderte, de leerte, de analizarte. No quiero sentirte más.

Te odio.

Quiero, pero no puedo, abandonarte. Quiero pero no puedo, por más que te odie, por más que me duelas, por más que me asfixies. Este pulso sin fin es la no-derrota, mi persistencia es la manera de corroerte, mi cercanía es la puerta para poder cuidar tus cicatrices, disimularlas, llenarlas de sonrisas y lágrimas, de algún sentido.

Quiero, pero no puedo, abandonarte.

Abrazarte es ahogarte.

lunes, 21 de julio de 2008

Hedonia: Myriam y Joan


Hedonia es un sueño, pintado en blanco, rojo y negro, un sueño escrito en noches de desvelo y días de insaciables letras de ordenador. Una imagen en la que vuelan mil palabras, una palabra que lo pinta todo. Hedonia es jazz repleto de erotismo, de destellos, de luces y sombras, de vida y muerte. Hedonia es una obra de arte hecha por dos de mis grandes amores: mi hermana, Lilith, al teclado, y mi querido Joan, a los pinceles. Este mes se ha publicado una entrevista en la revista literata que os adjunto si lo consigo. También podeis leer algun cuento en el blog de Lilith o ver algunos dibujos en Negrescolor. No os lo perdais.



domingo, 13 de julio de 2008

Wendy

Ilustración: Sebastián Giacobino

Si mi corazón te dijera, lo que te quiero yo.... tu me querrías un poco más.... canta el Bicho. Yo, mientras lo escucho, odio a Wendy. Me odio por dejarla llegar.

Wendy está sola, o se siente sola. No sabe bien porque. Wendy necesita un espejo donde poder mirarse constantemente. Y por eso lo busca, a Peter.

Para amar hacen falta caras o cuerpos. Wendy busca cuerpos desesperadamente mientras corta cabezas. No sabe donde mirar, no sabe que preguntar. Duda. Cuando encuentra a Peter, descansa. Wendy siempre se vuelve importante ante Peter. Y por eso le quiere. Aunque duela.

Peter no se entera de nada. No sabe que es un muñeco. No todavía. Wendy juega. Le encanta disfrazar a Peter e inventarle historias. En las noches le hace el amor, salvaje, y le canta nanas.

Wendy no puede parar de pensar en el amor. Como en los cuentos Wendy quiere comer perdices, lo de ser feliz siempre fué relativo. Wendy utiliza a Peter para sentirse bien y, aunque a ratos le odia, el resto del tiempo le venera. Wendy necesita a Peter para ser, aunque sea de mentira.

En realidad Peter no existe, menos para Wendy. Pero él no lo sabe.

Ni ella.

sábado, 12 de julio de 2008

Quiero teta

Dedicada a todas las mamás que ofrecen a sus niñas y niños el mejor regalo del mundo.

martes, 8 de julio de 2008

Nabodei

canciones que son aire

Israel Vibration - Cool And Calm (Live)

martes, 1 de julio de 2008

CRÓNICA DEL PARTO DE LAIA


La experiencia de una hermana-médica aspirante a acompañante de parto

Llevaba un mes esperando desde que a Laia le dio por avisar con bastante antelación que cualquier día se presentaba de improviso. Fueron las semanas con ansiedad más útiles de mi vida, me sirvieron, entre otras cosas, para darme cuenta de los miedos infundados que arrastraba de mi formación como médica acojonada ante los partos. Mi hermana, en fase zen desde hacía días, me ayudaba a ver la luz gracias a un par de broncas y a una frase-sentencia que me dejó patidifusa: “Marta, tú sólo disfruta de mi parto”.

Al fin acabé de currar y me bajé a Castellón a esperar de más cerquita y ayudar en la eterna mudanza. Mi hermana, y todos mis asesores telefónicos, trataban de inculcarme tranquilidad e ilusión, a cualquier hora del día o de la noche como por ejemplo cuando llamé a la Roci, mi ángel de la guarda, para preguntarle a las 00 h si que el bebé hiciera como que botaba era normal. “Es hipo” me dijo, “cap problema”. Gracias mor, por estar ahí tan a punto siempre.

El día D llegó, al fin, como decía Sara, pronto, a pesar de que todas las mamás expertas auguraran que tardaría porque aún estaba alta la barriga, la futura mamá poco hinchada, la cara aún no morena del todo y demás signos premonitorios. A las once de la noche me avisaron, “esto PARECE que viene”, parece, a pesar de que mi hermana llevaba con dolores desde las once de la mañana. A la una nueva llamada, “sube”, y yo corriendo a despertar a mi padre para que me llevara rápido a la villa, “que no iréis ya al hospital??”, “no papá tu tranquilo que está todo controlado” respondía yo alucinada de lo poco acojonada que estaba. En el camino trataba de relajar mi sonrisa eufórica ya que imaginaba que no era la mejor cara para llegar. Un par de horas de paseos por casa después decidimos bajarnos para el hospital tras conseguir imprimir el plan de parto al tercer intento y, cómo no, a última hora.

Llegamos, temiendo overbooking, y estaba vacío. Nos quedamos, bien!!, en el Hospital de la Plana, famoso por su especial sensibilidad hacia el parto. La matrona nocturna, muy apañá ella, afirmó que no estábamos de parto y que nos iríamos a casa la mañana siguiente. Cinco horas de contracciones después Sara había dilatado 8 cm con la sola ayuda de una esquina, una bolsa de agua caliente, algún que otro masajito en la espalda, y una serie larga de subidas y bajadas a la camilla cada vez que venía una contracción. Jose, que a ratos roncaba a placer, se preparaba inconscientemente para lo que vendría por la mañana, ya que la gran faena, la fase final, se la hicieron ellos dos solitos. Yo, como buena acompañante, intuía que iba a sobrar después.

A las 8.00 h nos fuimos a un nuevo reconocimiento. “Estás de 8 cm, bien!!! Parece que va a ser rápido”. Pero en esto de los partos las cosas nunca son lo que parece. Sarita, en trance, ejercía de parturienta modelo como afirmó 10 horas más tarde Begoña, la impecable matrona, “me fastidia tener que llevarla al paritorio a ella, precisamente, que tan claro lo tiene y tan bien lo hace”. Jose, con la sonrisa perpetua y alguna que otra mirada cómplice a la acompañante silenciosa, obedecía sin rechistar y hacía un largo entrenamiento que mejorará con creces sus próximas escaladas. Tal vez por eso había entrenado tanto en las últimas semanas, para prepararse. Una montaña nevada nos miraba desde la pared y nos recordaba que los partos son como las subidas, cuando parece que ya no puedes más aún te quedan fuerzas para coronar la cima, porque la cima es un regalo.

Cuando, después de muchos pujos, nos dimos cuenta de que la niña no acababa de bajar Begoña y yo nos miramos y no hizo falta más que dos frases. Estábamos de acuerdo, había que ayudar a salir a Laia, que se había empeñado en llegar con la cara por delante para ver bien el mundo desde el principio. Fue el único momento en que asomó mi lado médico, pues los partos, aunque muchos no lo entiendan, no necesitan asistencia profesional sino cariño, mucho cariño, y paciencia.

Llegamos al paritorio y apareció la ginecóloga, mujer joven y hermosa como todas las protagonistas de esta historia, que respetuosamente le explicó a Sara que había que ayudar a Laia a girarse para que pudiera salir. Unos cuantos pujos, un mucho de fuerza y una mini ventosa llamada KIWI nos llevaron al final. Yo, que siempre me apasioné por ver como asomaba la cabecita y las criaturas cruzaban la puerta del mundo, me giré cara a la pared intentando aguantarme las lágrimas que ya empezaban a fluir y sujetando con firmeza todos mis amuletos mientras rezaba a no sé que diosa. Un par de gritos después, un papá muy entero, una mamá sobrepasando con creces toda fuerza razonablemente posible, una ginecóloga y una matrona en tándem a la perfección, una carita, un cuerpecito rosado y un llanto fino. Todo terminó felizmente con Laia, la bebé més guapa del mon, escalando la teta de su madre.

Muchas lágrimas de pasillo más tarde conseguí volver al paritorio para charlar animadamente con las mujeres que habían protagonizado esta historia, y con el papá, único hombre en sintonía. Laia había llegado para quedarse y hacernos la vida más bonita, Sara reposaba firme y serena ofreciendo a su hija el mejor alimento del mundo, Jose no cabía en su gozo y yo, la tieta, intuía que esta experiencia me había cambiado la visión de los partos, de la medicina, y de la vida.